La gente siempre dice que no, así que…
Las poblaciones de la práctica totalidad de los países suelen oponerse a los proyectos de obra pública. A la gente no le gusta que le construyan una autopista enfrente de su casa ni tener que soportar el estruendo de los aviones cuando sobrevuelan un barrio que fue siempre apacible hasta que aconteció la maldita ampliación del aeropuerto vecino. En el Reino Unido, la decisión de añadirle una tercera pista al aeropuerto de Heathrow, tomada de manera casi unánime por unos parlamentarios que en momento alguno se sintieron obligados a consultarle al pueblo soberano sobre el tema, ha despertado grandes críticas; en Francia, el proyecto del aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes (en el departamento de la Loire-Atlantique) enfrenta el furioso rechazo de agricultores, ecologistas y militantes anticapitalistas; en Frankfurt, la construcción de una tercera pista se comenzó a planear desde 1973 pero las protestas continuaron hasta después de que se inaugurara en 1984 y culminaron tres años más tarde con la muerte de dos policías…

Las cosas, sin embargo, terminan por hacerse: el aeródromo de la antedicha ciudad alemana tiene ahora cuatro —no tres— pistas, el levantamiento de la tercera pista se va a realizar en Londres a pesar de todos los pesares y, en Japón, el aeropuerto de Narita se construyó de cualquier manera en abierto desafío a las movilizaciones ocurridas en 1960.

La diferencia con México es que, en estos pagos, el primerísimo opositor al proyecto es el futuro presidente de la República. Es más, este antagonismo lo convirtió él en uno de los puntos centrales de su campaña electoral y, a estas alturas, los millones de ciudadanos que le otorgaron su voto van muy probablemente a ratificar su rechazo en la consulta popular que se celebrará en octubre. No solo eso: darán su opinión personas a las que el asunto les tiene absolutamente sin cuidado porque nunca han viajado en avión y no les interesa, además, que la capital de este país se convierta en un gran centro internacional de conexiones aéreas ni se van a beneficiar tampoco de los empleos que se crearán en una región distante de donde viven (aunque estemos hablando de 400 mil puestos de trabajo para sus compatriotas). Dicho en otras palabras, hablará el pueblo.

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


Artículo Anterior Artículo Siguiente