Falso que haya un país en ruinas
En el último informe de Enrique Peña Nieto están las cifras irrebatibles de que no somos un país en ruinas, como de manera perversa lo presentó Morena en su debut de nueva mayoría en el Poder Legislativo.

País en ruinas Venezuela.

País en ruinas Nicaragua.

México tiene grandes problemas que este gobierno no resolvió, por ejemplo la inseguridad, pero en breve veremos cómo la demagogia y la connivencia con grupos criminales empeoran la situación.

Las ruinas que ve el líder de Morena en el Congreso, Mario Delgado, no se corresponden con un país que crea cuatro millones de empleos en un sexenio.

Es perverso hablar de un país en ruinas, cuyo gobierno saliente deja la inflación más baja de los últimos 50 años.

La economía ha crecido en México durante todos los trimestres del presente sexenio, como no ocurría desde el periodo 88-94.

El país tiene los menores porcentajes de pobreza desde que hay mediciones.

Por primera vez en muchos años se registró recuperación en el poder adquisitivo del salario.

La inversión extranjera alcanzó en el sexenio la cifra récord de 192 mil millones de dólares.

¿País en ruinas, diputado Delgado?

México es el décimo exportador de productos agroalimentarios en el mundo, luego de haber tenido una balanza deficitaria.

Pasamos a ser la sexta potencia turística del planeta.

El número de contribuyentes pasó de 38 a 68 millones de personas físicas y morales.

¿Son esos los síntomas de un país en ruinas?

Se duplicó, en un sexenio, la capacidad de carga portuaria en el país, y está en marcha la construcción de uno de los aeropuertos más grandes y bonitos del mundo.

En educación se acabó (por ahora) el clientelismo sindical y político, y los maestros obtienen plazas o ascienden (200 mil en el sexenio) por méritos académicos.

Podríamos seguir con cifras y datos que nos muestran claramente que pregonar que México es “un país en ruinas” es demagogia y es avieso.

La pregunta es por qué si hubo tantos avances la popularidad del Presidente termina tan baja.

Ya lo expusimos ayer: los escándalos no frenados a tiempo. La lejanía del gobierno con sus gobernados. La inseguridad no resuelta. Haber invitado a Trump en campaña.

También hay otros factores: las reformas tocaron intereses poderosos que reaccionaron con campañas de ataques en redes y en medios internacionales.

En imagen a Peña Nieto le fue mal, pero sus logros ahí están. Y no son los de un “país en ruinas”.

Afirmar que estamos hechos ceniza es la justificación anticipada de los fracasos que pueden venir. Se cura en salud Morena.

“Estaban tan mal las cosas con Peña Nieto que seis años no serán suficientes para arreglar el descalabro”, es el mensaje subyacente en la descalificación de todo lo hecho en un sexenio.

México le desea suerte y éxito al próximo gobierno. Pero la arrogancia absolutista como toman el timón del Poder Legislativo no presagia nada bueno.

Reciben un país en crecimiento. A ver, crezcan más y vociferen menos.

Creen más empleos sin regalar dinero.

Tienen un país con pésimos resultados en seguridad. Bajen la violencia sin entregarle más poder al narco.

Hay graves problemas de corrupción. Gobiernen con transparencia y no con fideicomisos turbios para lucrar políticamente con la mala fortuna de los damnificados y de los pobres.

Llegan a gobernar un país democrático y con división real de poderes. Ojalá no lo destruyan, respeten la crítica y reconozcan los resultados electorales cuando pierdan.

Con eso sería suficiente. Porque país en ruinas, no reciben.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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