Mañana se conmemoran cincuenta años de la Noche de Tlatelolco. En preparación para comentar ese evento, me parece que puede ser relevante recordar lo que significó ese año, 1968, a nivel global. Como nos ocurre con frecuencia, pensamos que sólo nosotros existimos, nos encanta mirarnos el ombligo y olvidamos que buena parte de nuestra historia está marcada por lo que ocurría en el resto del mundo. Así fue hace 50 años.
Aunque en México tenemos una perspectiva distinta, 1968 fue el año de la derrota global de la izquierda. Prácticamente en ese año termina el proceso de descolonización (las guerras de Liberación Nacional), desaparece el apoyo público a las propuestas socialistas y se abre un periodo de marginalidad política reflejada en una inútil guerra de guerrillas. En 1968 se independizan tres naciones más en África, para sumar 47, quedando sólo algunas posesiones españolas y portuguesas en el continente, y algunas islas francesas. En Asia, el proceso de independencia sufrió más los efectos de la Guerra Fría, y en 1968 se vivió la ofensiva Tet en Vietnam, prolongando la guerra varios años más.
En Occidente, 1968 representó el fin de la “Nueva Izquierda”. En Francia, el movimiento estudiantil de mayo terminó siendo rechazado no sólo por un gobierno conservador, sino por el sindicalismo. En Alemania, fueron detenidos por primera vez Andreas Baader y Ulrike Meinhof, que en los setenta construirían el Ejército Rojo e intentarían una guerrilla urbana en ese país. En Italia, las Brigadas Rojas siguieron ese mismo camino. En general, en Europa en los años setenta ocurrirá un desplazamiento de los votantes hacia la derecha, tanto por estos movimientos como por las presiones económicas.
En Estados Unidos, la lucha por los derechos civiles alcanzó su punto máximo. El presidente Lyndon Johnson firmó la Ley de Derechos Civiles pocos días después del asesinato de Martin Luther King, quien había sido determinante en el proceso de dicha ley (abril). Dos meses después, Robert Kennedy, defensor de esas mismas propuestas, que se perfilaba para alcanzar la nominación Demócrata, es también asesinado.
La Nueva Izquierda, representada en Estados Unidos por los Estudiantes por una Sociedad Democrática, impulsó conflictos en diversas universidades, pero el momento cumbre fue la lucha callejera en Chicago alrededor de la Convención Demócrata (agosto) que debía designar al contrincante de Richard Nixon. La batalla campal desprestigió al movimiento de forma permanente. Justo en esos mismos días, el proceso de liberalización que había iniciado Dubcek en Checoslovaquia es aplastado por la Unión Soviética, debilitando seriamente los discursos izquierdistas en otros países.
Insisto en la importancia del contexto. En el transcurso de 1968, diversos movimientos estudiantiles, asociados al movimiento conocido como Nueva Izquierda, se habían transformado en serios problemas, tanto en Francia como en Estados Unidos. En el primer país, el gobierno estuvo a nada de desaparecer; en el segundo, Johnson renunció a reelegirse y fueron asesinados los dos políticos liberales más prominentes. En Alemania, el movimiento se transformó en guerrilla urbana desde 1968. Checoslovaquia fue invadida.
En la década siguiente, la izquierda perdió paulatinamente las elecciones en todos los países occidentales. Terminó la aplicación de las políticas económicas de posguerra e inició el ajuste. En mi opinión, eso que llaman “neoliberalismo” inicia justo después de 1968: ese año modifica la perspectiva de la población, que ya no considera mala idea votar por los partidos de derecha. Máxime cuando ellos prometían reducir la inflación. La menor presencia de la izquierda moderada en las elecciones, y el desprecio público por el extremismo, alimentan las guerrillas urbanas en todo el mundo y, muy pronto, el terrorismo. Todo eso significa 1968.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.
Aunque en México tenemos una perspectiva distinta, 1968 fue el año de la derrota global de la izquierda. Prácticamente en ese año termina el proceso de descolonización (las guerras de Liberación Nacional), desaparece el apoyo público a las propuestas socialistas y se abre un periodo de marginalidad política reflejada en una inútil guerra de guerrillas. En 1968 se independizan tres naciones más en África, para sumar 47, quedando sólo algunas posesiones españolas y portuguesas en el continente, y algunas islas francesas. En Asia, el proceso de independencia sufrió más los efectos de la Guerra Fría, y en 1968 se vivió la ofensiva Tet en Vietnam, prolongando la guerra varios años más.
En Occidente, 1968 representó el fin de la “Nueva Izquierda”. En Francia, el movimiento estudiantil de mayo terminó siendo rechazado no sólo por un gobierno conservador, sino por el sindicalismo. En Alemania, fueron detenidos por primera vez Andreas Baader y Ulrike Meinhof, que en los setenta construirían el Ejército Rojo e intentarían una guerrilla urbana en ese país. En Italia, las Brigadas Rojas siguieron ese mismo camino. En general, en Europa en los años setenta ocurrirá un desplazamiento de los votantes hacia la derecha, tanto por estos movimientos como por las presiones económicas.
En Estados Unidos, la lucha por los derechos civiles alcanzó su punto máximo. El presidente Lyndon Johnson firmó la Ley de Derechos Civiles pocos días después del asesinato de Martin Luther King, quien había sido determinante en el proceso de dicha ley (abril). Dos meses después, Robert Kennedy, defensor de esas mismas propuestas, que se perfilaba para alcanzar la nominación Demócrata, es también asesinado.
La Nueva Izquierda, representada en Estados Unidos por los Estudiantes por una Sociedad Democrática, impulsó conflictos en diversas universidades, pero el momento cumbre fue la lucha callejera en Chicago alrededor de la Convención Demócrata (agosto) que debía designar al contrincante de Richard Nixon. La batalla campal desprestigió al movimiento de forma permanente. Justo en esos mismos días, el proceso de liberalización que había iniciado Dubcek en Checoslovaquia es aplastado por la Unión Soviética, debilitando seriamente los discursos izquierdistas en otros países.
Insisto en la importancia del contexto. En el transcurso de 1968, diversos movimientos estudiantiles, asociados al movimiento conocido como Nueva Izquierda, se habían transformado en serios problemas, tanto en Francia como en Estados Unidos. En el primer país, el gobierno estuvo a nada de desaparecer; en el segundo, Johnson renunció a reelegirse y fueron asesinados los dos políticos liberales más prominentes. En Alemania, el movimiento se transformó en guerrilla urbana desde 1968. Checoslovaquia fue invadida.
En la década siguiente, la izquierda perdió paulatinamente las elecciones en todos los países occidentales. Terminó la aplicación de las políticas económicas de posguerra e inició el ajuste. En mi opinión, eso que llaman “neoliberalismo” inicia justo después de 1968: ese año modifica la perspectiva de la población, que ya no considera mala idea votar por los partidos de derecha. Máxime cuando ellos prometían reducir la inflación. La menor presencia de la izquierda moderada en las elecciones, y el desprecio público por el extremismo, alimentan las guerrillas urbanas en todo el mundo y, muy pronto, el terrorismo. Todo eso significa 1968.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.