MUSCA
Pues finalmente hubo un acuerdo en las negociaciones para modernizar NAFTA. Por una más de las ocurrencias (imposiciones) de Donald Trump, se le cambia el nombre a US-Mexico-Canada Agreement, con el espantoso acrónimo USMCA. Yo creo que sería mejor nombrar los países de sur a norte, y tener entonces algo como MUSCA, en inglés, y AMEUC, en español (Acuerdo México-Estados Unidos-Canadá). Pero tampoco es tan importante.

Lo de fondo es que México y Canadá lograron, mediante un proceso complejo y una estrategia hábil, nulificar la necedad de Trump. Nada de esto habría sido necesario si Trump hubiese firmado el TPP, como estaba ya acordado, pero era una de sus banderas de campaña, y con ese afán de cumplir promesas absurdas que otros comparten, lo tiró a la basura. La modernización del NAFTA, sin embargo, se hizo con base en lo negociado en el TPP, especialmente para capítulos nuevos como propiedad intelectual, pequeñas y medianas empresas, prácticas regulatorias, anticorrupción, etc.

Nada de eso parece importarle a Trump, y por ello fueron capítulos que salieron con rapidez. Lo que él quería era reducir el déficit comercial de Estados Unidos y tener algo para promocionar como un triunfo. De lo primero, es pura necedad. Por un lado, el saldo neto entre Estados Unidos y sus dos países vecinos es positivo, cuando se considera la balanza de servicios y no nada más la de mercancías. Por otro, el déficit comercial de un país no es producto de sus aranceles o prácticas, sino del balance ahorro-inversión que tenga. Si un país está escaso de ahorro, atraerá dinero del exterior para cubrir el faltante, y eso provocará un exceso de divisas, que se harán relativamente baratas, de forma que resultará más barato comprar cosas importadas que producidas en el país. En consecuencia, si lo que se quiere es tener menor déficit comercial, lo que hay que hacer es reducir la inversión al interior del país, o bien incrementar el ahorro. El mayor déficit fiscal que ha provocado Trump con su reforma, lo que da como resultado es un mayor déficit comercial y no hay negociación ni aranceles que lo puedan impedir.

Pero explicarle eso, según parece, no sirve de mucho. Al final, ni siquiera le importa. Lo que quiere es tener algo para festejar, y ya tiene su negociación. Aunque los mayores cambios al NAFTA son sólo incorporaciones del TPP, lo va a celebrar. Aunque su gran pleito por cambiar reglas de origen en autos y abrir el mercado de lácteos en Canadá sea una victoria pírrica, quiere tener fiesta. Lo malo es que no lo está logrando. En su conferencia de prensa para anunciar el acuerdo, los periodistas estaban más interesados en las audiencias del potencial ministro de la Corte, Brett Kavanaugh. Y al día siguiente, ya todos habían entendido que el MUSCA es el NAFTA+TPP, y nada más.

Creo que la hipótesis que planteamos aquí de que México y Canadá acordaron la fase final de negociación para simular un conflicto, cuenta ahora con más evidencia. El capítulo 19, de disputas comerciales, que México aceptó retirar, fue reincorporado por Canadá. Y cada país se concentró en un tema: nosotros en las reglas de origen de autos, Canadá en lácteos. Los dos cedimos un poco, y pedimos a cambio una carta para una cuota exenta de los aranceles de seguridad nacional para acero y aluminio. Los dos obtuvimos lo que queríamos, pero dando a Trump la impresión que había ganado. Y es que eso era indispensable.

Es posible que el MUSCA no sobreviva la tensión política interna de Estados Unidos, pero nos ha quitado de encima la amenaza del fin del NAFTA, que sí era algo preocupante. Nada mal.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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