El problema es que el dinero no alcanza: dinero para formar buenos cuerpos policiacos, dinero para reformar los Ministerios Públicos, dinero para construir más prisiones y acabar con la escandalosa sobrepoblación carcelaria, dinero para investigar científicamente los crímenes, dinero para equipar a los agentes de las distintas corporaciones, dinero para pagar buenos sueldos, dinero para capacitar a especialistas en tareas de inteligencia… Hay que repetirlo una y otra vez: es un asunto de recursos. Y eso, señoras y señores, que estamos hablando nada más del tema de la seguridad pública.
Entonces, puesto que no se han presupuestado fondos públicos para resolver de fondo un problema tan pavoroso, hemos recurrido a las Fuerzas Armadas de la nación. Su tarea nunca ha sido perseguir delincuentes en las calles ni enfrentar a bandas criminales a balazos ni aprehender a ladronzuelos. La misión del Ejército mexicano y de la Armada es otra y ellos, nuestros soldados, lo tienen muy claro: defender las fronteras de este país y, llegado el acaecimiento de grandes desastres naturales, brindar ayuda a las poblaciones afectadas. Punto.
Hasta ahora, sin embargo, el Ejército no ha dejado de ser eso, una fuerza militar. Y los comandos de la Armada tampoco se han vuelto policías de crucero —con perdón— siendo, encima, que están extraordinariamente entrenados para participar en operaciones de altísimo riesgo. Unos y otros son orgullosos soldados, obligados, por la fuerza de las circunstancias —o, mejor dicho, porque doña Hacienda nunca asignó recursos suficientes para combatir el azote de la delincuencia—, a desempeñar tareas policiacas.
No es cuestión de arrogancias ni de soberbias, desde luego, porque esa gente lleva el sentido del deber en el corazón y la obediencia en las venas. Pues bien, les acabamos de avisar a los militares que ya no van a ser militares. Que tendrán una nueva ocupación, o sea. Formarán parte de una tal “Guardia Nacional” (cuyas meras resonancias me resultan, por cierto, inquietantes y perturbadoras). La seguridad del territorio, mientras tanto, estará a cargo de todos nosotros, los ciudadanos de a pie. No imagino una guerra contra un extraño enemigo en un futuro inmediato pero, una pregunta, ya que me siento concernido: ¿llegado el momento, cómo defenderemos la patria? ¿Con piedras?
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Entonces, puesto que no se han presupuestado fondos públicos para resolver de fondo un problema tan pavoroso, hemos recurrido a las Fuerzas Armadas de la nación. Su tarea nunca ha sido perseguir delincuentes en las calles ni enfrentar a bandas criminales a balazos ni aprehender a ladronzuelos. La misión del Ejército mexicano y de la Armada es otra y ellos, nuestros soldados, lo tienen muy claro: defender las fronteras de este país y, llegado el acaecimiento de grandes desastres naturales, brindar ayuda a las poblaciones afectadas. Punto.
Hasta ahora, sin embargo, el Ejército no ha dejado de ser eso, una fuerza militar. Y los comandos de la Armada tampoco se han vuelto policías de crucero —con perdón— siendo, encima, que están extraordinariamente entrenados para participar en operaciones de altísimo riesgo. Unos y otros son orgullosos soldados, obligados, por la fuerza de las circunstancias —o, mejor dicho, porque doña Hacienda nunca asignó recursos suficientes para combatir el azote de la delincuencia—, a desempeñar tareas policiacas.
No es cuestión de arrogancias ni de soberbias, desde luego, porque esa gente lleva el sentido del deber en el corazón y la obediencia en las venas. Pues bien, les acabamos de avisar a los militares que ya no van a ser militares. Que tendrán una nueva ocupación, o sea. Formarán parte de una tal “Guardia Nacional” (cuyas meras resonancias me resultan, por cierto, inquietantes y perturbadoras). La seguridad del territorio, mientras tanto, estará a cargo de todos nosotros, los ciudadanos de a pie. No imagino una guerra contra un extraño enemigo en un futuro inmediato pero, una pregunta, ya que me siento concernido: ¿llegado el momento, cómo defenderemos la patria? ¿Con piedras?
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