Se dejó venir una enorme cantidad de centroamericanos (hondureños, principalmente) y, dicen, hasta de nacionalidades del Medio Oriente hacia nuestro país, pero eso no le consta a nadie.
Nadie niega la condición de pobreza e inseguridad de los países de América Central, tanto o más azotados por esos males que México. Sin embargo, todo parece indicar que esto es una movida política de tres bandas: sirve a los propósitos electorales de Donald Trump, le da una ‘caladita’ a López Obrador y le da una despedida que no va a olvidar jamás Peña Nieto.
Con el problema encima, hay que tomar decisiones. El gobierno mexicano (el actual, con el silencio del que viene) toma la opción de aplicar la ley y advertir a los de la caravana que sin documentos y sin los procedimientos que aplican en estos casos, difícilmente llegarán a lo que ellos pretenden sea su destino final, los Estados Unidos.
Pero lo que me tiene asombrado, son las cosquillas que le hacen al presidente electo, cualquier oportunidad para subirse al templete de la campaña electoral y hacer lo que más sabe: prometer.
Para, según él, calmar los ánimos y hacerles la chamba a los gringos, soltó dos promesas que contradicen muchas de las cosas que ha venido diciendo: visas de trabajo para los inmigrantes y trabajo real en la construcción del aún sin proyecto ejecutivo, Tren Maya.
¿En serio? ¿Ya acabamos con el problema de desempleo que venía pregonando en su eterna campaña? ¿Ya no hay que atender la informalidad en la que están metidos millones de compatriotas? ¿Se le dará preferencia a los centroamericanos para que ocupen los puestos que estaban destinados a aliviar la falta de empleo de los estados en los que se contempla construir el dichoso tren? Son miles de puestos.
O será que el presidente electo, López, crea que se puede lanzar a conquistar una imaginaría presidencia continental y por lo mismo ya anda en chinga prometiendo soluciones fáciles a problemas complejos como es su costumbre.
¿Se tiene que atender el problema migratorio? Sí, pero con alternativas más creativas y que no choquen con la realidad de un país que, según su versión de campaña, está en ruinas y, posteriormente, en bancarrota.
Lo peor de todo es que él sabe que está mintiendo y lo único que quiere es contener el paso de la caravana hacia el Estados Unidos porque no quiere iniciar su gobierno enemistado con la bestia del norte.
Juega con fuego. Es candil de la calle y oscuridad en la casa. Muy pronto será catalogado como un cachorro más del imperio.
Twitter: @adejorge
Nadie niega la condición de pobreza e inseguridad de los países de América Central, tanto o más azotados por esos males que México. Sin embargo, todo parece indicar que esto es una movida política de tres bandas: sirve a los propósitos electorales de Donald Trump, le da una ‘caladita’ a López Obrador y le da una despedida que no va a olvidar jamás Peña Nieto.
Con el problema encima, hay que tomar decisiones. El gobierno mexicano (el actual, con el silencio del que viene) toma la opción de aplicar la ley y advertir a los de la caravana que sin documentos y sin los procedimientos que aplican en estos casos, difícilmente llegarán a lo que ellos pretenden sea su destino final, los Estados Unidos.
Pero lo que me tiene asombrado, son las cosquillas que le hacen al presidente electo, cualquier oportunidad para subirse al templete de la campaña electoral y hacer lo que más sabe: prometer.
Para, según él, calmar los ánimos y hacerles la chamba a los gringos, soltó dos promesas que contradicen muchas de las cosas que ha venido diciendo: visas de trabajo para los inmigrantes y trabajo real en la construcción del aún sin proyecto ejecutivo, Tren Maya.
¿En serio? ¿Ya acabamos con el problema de desempleo que venía pregonando en su eterna campaña? ¿Ya no hay que atender la informalidad en la que están metidos millones de compatriotas? ¿Se le dará preferencia a los centroamericanos para que ocupen los puestos que estaban destinados a aliviar la falta de empleo de los estados en los que se contempla construir el dichoso tren? Son miles de puestos.
O será que el presidente electo, López, crea que se puede lanzar a conquistar una imaginaría presidencia continental y por lo mismo ya anda en chinga prometiendo soluciones fáciles a problemas complejos como es su costumbre.
¿Se tiene que atender el problema migratorio? Sí, pero con alternativas más creativas y que no choquen con la realidad de un país que, según su versión de campaña, está en ruinas y, posteriormente, en bancarrota.
Lo peor de todo es que él sabe que está mintiendo y lo único que quiere es contener el paso de la caravana hacia el Estados Unidos porque no quiere iniciar su gobierno enemistado con la bestia del norte.
Juega con fuego. Es candil de la calle y oscuridad en la casa. Muy pronto será catalogado como un cachorro más del imperio.
Twitter: @adejorge