Nuestra larga transición
Uno de los grandes retos analíticos es establecer el peso que tendrán las decisiones y las palabras del presidente electo en la agudización o la resolución de los problemas nacionales.

Andrés Manuel López Obrador llega merecidamente a la Presidencia. Ha logrado aglutinar fuerzas organizadas y cuenta con la esperanza de millones de ciudadanos. También fueron determinantes la degradación de los partidos, el agravamiento de la violencia, la corrupción y la desigualdad y la participación de una sociedad cada vez mejor informada, organizada y deseosa de cambios a profundidad.

La conjunción de estos factores ha creado una ventana propicia para un cambio de régimen. Al menos, eso dicen los teóricos de las transiciones. Las transformaciones de esta magnitud tienen una parte caótica y afectan grandes y pequeños intereses. La incertidumbre es inevitable y eso alimenta reacciones primarias de adoración o ira hacia los actores principales. Es un error personalizar los acontecimientos. El desenlace —o para ser más preciso, los desenlaces— también dependen de los encontronazos y acuerdos de actores nacionales e internacionales. ¿Cuál es la fuerza real de Morena, de su carismático líder y de quienes se le oponen?

El domingo pasado la “Revista R” de Reforma tituló su portada con la frase “AMLO todo el poder”. El enunciado es contundente pero impreciso. Morena es una aplanadora en el Congreso y en la capital, tiene cinco gobernadores y es mayoría en diecinueve congresos estatales. No controla todos los hilos del mando. Los organismos públicos y el poder judicial, por ejemplo, están decidiendo si se someten al presidente electo o aprovechan el momento para ampliar su autonomía e independencia.

Los otros partidos van saliendo del desconcierto. En Guadalajara, Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano, abandera el federalismo, mientras que los gobernadores de los otros partidos deshojan la margarita y los presidentes municipales alzan la voz. Los panistas reaccionan y está por verse hacia dónde se inclinarán los priistas cuando Enrique Peña Nieto salga del escenario.

También estaría la sociedad civil, término impreciso en el cual se engloba al México organizado. En los últimos meses hemos visto cómo se han ido posicionando los grupos empresariales, los sindicatos, los medios de comunicación (independientes o no) y los organismos civiles que agitan constantemente el tablero. El listado se completa con los actores internacionales y las bandas criminales.

La fragmentación del poder y lo movedizo de la opinión pública significa que, en lugar de una gran batalla definitoria, veremos una gran cantidad de enfrentamientos sobre asuntos coyunturales y estructurales. Las elecciones seguirán siendo campo de batalla.

La lealtad de los 30 millones de votantes que pusieron a AMLO en la presidencia no está garantizada. Según Alejandro Moreno, 13 millones 200 mil son votantes leales y 17 millones 800 mil cambiantes. ¿Cómo reaccionarán estos últimos cuando se realicen en junio de 2019- las elecciones en cinco estados? Las encuestas nos irán dando adelantos.

En una situación tan volátil, es indispensable manejar la ira. La cordura se apoya en información confiable y análisis independientes. Me llama la atención la facilidad con la cual etiquetan mis opiniones; para algunos soy “fifí”, para otros un “chairo”. Me permito hacer unas precisiones.

Empecé a escribir una columna semanal en 1984 y he seguido reglas muy elementales: la opinión debe tener un anclaje fáctico, teórico e histórico; la información se respeta; no hay temas tabúes y debo evitar la descalificación del otro y estar dispuesto a reconocer públicamente los errores que me demuestren.

Otro aspecto de fondo tiene que ver con el interlocutor. En sus ensayos sobre literatura, Jean-Paul Sartre argumenta que uno escribe teniendo un destinatario. En los medios de comunicación son frecuentes los textos pensados para influir en las decisiones del gobernante. Mi interlocutor principal es aquel lector o lectora que aprecia opiniones independientes sustentadas en hechos verificables. En el fondo, está mi creencia de que la mejor actitud del ciudadano hacia el gobernante es: confiar, vigilar y verificar.

Soy un privilegiado por tener espacios para revisar, semana a semana, esta nueva etapa de nuestra ya larga transición. Pondré mi mejor esfuerzo.— Boston, Massachusetts.

@sergioaguayo
Investigador y analista político


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