El PAN pierde la cabeza
Cuando se necesita serenidad y claridad en el rumbo, tener los pies bien puestos sobre las bases doctrinarias que le han dado fortaleza, el Partido de Acción Nacional se desdibuja y hace papelones como el sábado en San Lázaro.

Ante la amenaza de que magistrados del Tribunal Electoral se dobleguen ante la nueva mayoría para aplastar a las minorías, los panistas hacen méritos para quedarse solos.

La lógica dice que su prioridad número uno tendría que ser la defensa del triunfo de su candidata Martha Erika Alonso en Puebla, y optan por pelearse con todo mundo sin entender la importancia del momento presente y del que viene.

Está bien que hayan expresado su repudio a la presencia de Maduro en México con una manta. Y hasta ahí.

Pero interrumpir con gritos y paseos con cartulinas la toma de posesión del Presidente, los asemeja al viejo PRD que hacía un circo en los informes y tomas de posesión de los mandatarios que cumplían una obligación constitucional.

Increíble fue ver marchar adentro del recinto legislativo, en plena toma de posesión, a los panistas que firmaron el Pacto por México con pancartas que denunciaban un “pacto de impunidad” entre el gobierno saliente y el entrante.

Siguen bajo la batuta de Ricardo Anaya.

No han entendido que les fue fatal en las pasadas elecciones.

Que los barrieron, a su partido y a su candidato.

Esas elecciones ya pasaron y Anaya con su ambición dañó severamente al PAN.

Pero ellos siguen llorando como ebrio en la cantina.

Van a necesitar al PRI en la defensa de su triunfo en Puebla, y lo insultan porque lo culpan de que Anaya sacó muy pocos votos.

Que alguien les avise que ya no gobierna Peña Nieto, sino otro que tiene la mano un poco más pesada.

Tienen que defender con todo Puebla, no sólo por lo que significa ese estado, sino por el derrotero que marcará para la vida democrática del país que a la oposición le anulen un triunfo, desde el poder avasallador que se hace cargo de la república.

Incluso si el Tribunal se doblega y ordena repetir las elecciones, el PAN tendría que buscar una alianza con todas las fuerzas de oposición para llevar a una candidata única.

Pero deciden, en una ceremonia trasmitida en cadena nacional, darle de patadas a los que van a tener que ser, por fuerza, sus aliados para la defensa de la democracia. Y no sólo en Puebla.

Noqueados sobre sus piernas deambulaban los panistas con gritos y pataletas en una ceremonia republicana que siempre habían respetado.

Qué manera de exhibirse en su orfandad.

Le quisieron arruinar la toma de posesión al Presidente y el resultado fue un respaldo superior al 80 por ciento a la forma en que el nuevo mandatario asumió el mando.

Cada vez que el PRD hacía escándalos en las tomas de posesión e informes presidenciales, subía el rechazo social a ese partido.

De hecho, el PRD dejó de ser el partido más repudiado de México cuando acabaron los informes presidenciales en San Lázaro.

Ahora los panistas, desorientados y sin procesar la derrota del 1 de julio, siguen los pasos del perredismo en sus peores expresiones.

Lo que la oposición tiene encima es una responsabilidad histórica para evitar que regresen las imposiciones electorales.

Que desde el gobierno no anulen el federalismo.

Que el país no se uniforme con el guinda de Morena en todos los estados y reducir al mínimo el pluralismo.

Tienen que evitar la imposición del pensamiento único.

La defensa de los organismos autónomos: que no los sometan ni se dobleguen.

Que el Poder Judicial no sea suplantado por consultas populares.

Ante esa y otras bregas titánicas, el PAN pierde la perspectiva y hace una triste exhibición de extravío en San Lázaro.

Ojalá recapaciten y acepten la nueva realidad.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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