Otro papelón en el Mundial de clubes
Ay, el mentado Mundial de clubes. Papelón tras papelón de los equipos de la Liga MX que han logrado llegar a la competición (luego de resolver, en primera instancia, el trámite de la Champions tropical que celebramos en esta región del planeta).

Y eso que ya no es la Suprema Selección de Patabola de Estados Unidos Mexicanos la que juega —siempre bajo sospecha de no dar el ancho cuando toca y permanentemente cuestionada por el perfil de sus tales “europeos”, esos señoritos tan presuntamente mimados que no quieren ya llevar la camiseta con los colores patrios porque les incomoda viajar de vuelta al terruño nomás por amor al arte y por afición pura (y, encima, con riesgo de lesiones altamente comprometedoras para su inmediata reincorporación en sus respectivas ligas)— sino unos clubes poblados de extranjeros venidos de proveniencias mucho más futbolísticas y presuntamente más prestigiosas.

Pues, no. No hay manera de que lo que es deje de serlo. Dicho en otras palabras, no hemos encontrado la forma de poder plantarle cara a los equipitos de menos relumbrón en ese encuentro en la cumbre: ahora le tocó, al conjunto más genéticamente puro de todos los que pisan nuestras canchas cada fin de semana (o sea, al más indiscutiblemente mexicano), enfrentarse a un tal Kashima Antlers que en su casa lo conocen o, mejor dicho, que en Japón lo conocen.

Está bien, dejémonos de innecesarios ninguneos y, con perdón, pongamos las cosas en su lugar: el antedicho Kashima es, después de todo, el equipo más ganador de la nación asiática: ocho ligas, cinco copas del Emperador y seis copas de Liga, ni más ni más ni menos. No sólo eso, sino que en la Copa Mundial de Clubes de 2016 llegaron a la gran final y fueron subcampeones ni más ni menos que contra el Real Madrid. Una vez más, retiro lo dicho en el párrafo anterior. Y del nivel del futbol en México ya mejor ni hablemos, ahí sí.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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