Gobierno exitoso
Para tener un gobierno exitoso, en lo que se refiere a la economía (y a lo que se suele llamar “social”), bastaría con no menospreciar lo que esta columna le presentó lunes y martes. Por un lado, identificar bien qué tipo de bienes y servicios pensamos que deben ser accesibles a todos de forma igualitaria; por otro, promover las reglas sociales (leyes) y mecanismos de señales adecuados para reducir las fallas de información en los mercados. No quiero decir que llevar a la práctica estas dos cosas sea sencillo, pero si se le dedicara un rato a pensar en ello, seguramente haría menos difícil las decisiones del gobierno.

Por ejemplo, creo que hay casi consenso de que educación, salud y seguridad son servicios a los que todos deberíamos tener acceso. Por lo mismo, deben ofrecerse de forma igualitaria. Sin embargo, al hacerlo, vamos a tener dos problemas. El primero es que podemos dar más de lo que muchos quieren; el segundo es encontrar la forma de financiar ese reparto igualitario. Puesto que no es posible financiar todos los servicios de educación, salud y seguridad para todos, entonces podemos limitar la cantidad intentando hacerlo en donde una proporción de los consumidores empiece a no querer o necesitar más.

En el caso de educación es más fácil: la educación básica debe ser distribuida de forma igualitaria (habrá que ver si 10 o 12 años). El resto de la educación debe ofrecerse sólo a los interesados en adquirirla. Esto no significa pagarla, sino administrar la escasez. Para eso son los exámenes de admisión en las universidades, por ejemplo. En salud, es posible que la mejor forma sea exactamente a la inversa: ofrecer de forma igualitaria la atención a los asuntos más difíciles y costosos, y dejar que la salud básica encuentre mecanismos para administrar la escasez.

En ambos casos hay que tener claro que se trata de procesos. Una educación básica deficiente reduce la calidad de la educación superior; un mal diagnóstico inicial complica innecesariamente una enfermedad. La construcción de un sistema de señales puede ser la solución en ambos casos.

En el tema de seguridad, se deben atacar ambos extremos: la seguridad pública y la nacional. Cada una tiene una lógica diferente, para lo que históricamente hemos construido organizaciones distintas: policía y Fuerzas Armadas. Queda en medio un espacio en el que son las reglas sociales (leyes) las que cargan con el peso de las soluciones. Y nunca lo harán de forma perfecta.

Si esto que hemos comentado tiene lógica, entonces la definición de cuánto debe gastar el gobierno no resulta tan complicado de establecer. A grandes números, hoy gastamos (desde el gobierno) 5 puntos del PIB en educación, 3 en salud y 1.5 en seguridad, justicia y defensa. Comparando con otras economías, podríamos concluir que un incremento de 3 puntos en cada uno de estos rubros sería suficiente para transformar el país. Ese dinero no existe.

También a grandes números: el gasto total del gobierno es de 25 puntos del PIB. De eso, seis son obligados: 2.5 para servicio de deuda y 3.5 para estados. De los 19 que quedan, 3.5 se van a pensiones, y también son obligados. La inversión pública federal, que es muy pequeña, son otros 3.5 puntos. Es decir que ya nada más quedan 12 para gastar en todo. Si dedicamos 9.5 a los tres renglones que comentábamos, ya nada más quedan 2.5 para todo lo demás… por eso no alcanza para nada.

Si usted quiere gastar en cultura, ampliar la inversión pública, fortalecer los organismos autónomos, auxiliar a quien vive en pobreza, subsidiar, tiene que hacerlo con eso. Y entonces ya no puede invertir en educación, salud y seguridad en los montos necesarios.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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