Intentan resolver por fin un gran problema, ¿no?
La morrocotuda escasez de gasolinas, ¿resulta acaso de la incapacidad de producirlas, de almacenarlas o de distribuirlas? ¿Tiene que ver con la ineficiencia de Pemex, la gran corporación paraestatal? ¿Se debe a un mal cálculo de las cuotas que necesita el mercado? ¿Es por no haber previsto un exceso de demanda? ¿Ocurre porque los trabajadores de la empresa “de todos los mexicanos” organizaron una huelga paralizante?

No está teniendo lugar por ninguna de estas razones, señoras y señores. Hay suficiente gasolina: se produce y se importa. Lo que pasa es que llevamos años enteros, en este país, de sobrellevar un escandaloso saqueo de hidrocarburos. Y el costo para la nación ha sido altísimo, una merma al erario de 60 mil millones de pesos cada año, según algunas estimaciones. Así las cosas, el actual Gobierno de la República ha tomado la decisión de emprender acciones para acabar con tan colosal expolio. Medidas, desafortunadamente, que han tenido consecuencias negativas en lo inmediato pero que, en sí mismas, no debieran ser cuestionadas porque la realidad del “huachicoleo” es punto menos que inaceptable.

Podríamos, desde luego, seguir consumiendo combustibles alegre y despreocupadamente sin que el tema de la rapiña nos importara un comino. De hecho, así hemos estado durante un buen tiempo. Es más, hay gente que pide un inmediato retorno al orden anterior para poder meramente llenar el tanque de gasolina de su coche. Y, sí, es bien entendible la frustración y el enojo de tantos ciudadanos. También hay perjuicios a la economía y afectaciones directas al comercio.

Lo que yo digo, sin embargo, es que el gran problema que tenemos ahora en estos pagos no es el desabasto temporal debido a la implementación de una estrategia de las autoridades —así de torpe o precipitada que haya podido ser— sino la escalofriante debilidad del Estado mexicano. Resulta, miren ustedes, que ni Fox ni Calderón ni Peña pudieron resolver el asunto. No sólo eso: en sus sexenios se agravó exponencialmente el pillaje. Dejaron, esos primerísimos responsables, que se fuera pudriendo este país. Y, pues sí, ahora la descomposición la estamos viviendo todos, llenos de furia, en las colas de las estaciones de servicio.

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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