¿No les gusta pagar impuestos?
Cristiano Ronaldo —el jugador que llevó al Madrid a esos triunfos que Florentino Pérez, el patrón del club, no terminó de justipreciar como para evitar, a punta de billetes, que el delantero emigrara a otro equipo— tiene problemas con la justicia española por un asunto de pago de impuestos.

Va a comparecer el hombre, este martes, ante las autoridades de la Península para aclarar el tema. Ya pagó una señora multa, CR7, y lo de ahora es un mero trámite que debe cumplimentar con los sabuesos de doña Hacienda para no afrontar consecuencias terroríficas de sus (involuntarias) omisiones al declarar las ingentes ganancias que obtuvo como jugador del mejor equipo de este planeta.

Te llama mucho la atención que parecidos personajes terminen teniendo tales problemas. Digo, ganas mucho dinero y entonces pagas muchos impuestos, ¿o no?

Pues, no parecen funcionar así las cosas con estas estrellas. Muchos de los grandes deportistas se ven envueltos en escándalos precisamente porque sus agentes o representantes (en el mejor de los casos, es decir, suponiendo que los propios sujetos no se enteran de los manejos, las maquinaciones y las trampas que preparan sus hombres de confianza) se las apañan para no trasladarle al fisco lo que le toca.

Lo interesante del caso es la codicia, señoras y señores: uno pensaría que tamañas ganancias te vacunan contra cualquier intento de no devolverle al Estado una parte para que la transforme en bienes públicos (de eso se trata, el pago de impuestos, aunque nos resulte tan doloroso el trámite a los contribuyentes, sobre todo en un país, como el nuestro, con un Gobierno ineficiente, derrochador y corrupto) pero, al parecer, nunca les basta lo que tienen: estos señores nunca se sienten satisfechos, jamás están verdaderamente contentos.

El dios dinero manda, o sea, por encima de la reputación, la simple tranquilidad de salir a la calle con la frente en alto y la imagen que puedas dar a los demás en tu condición de gran figura.

Bueno, esperemos que lo que parece vergonzante no sea, en el fondo, una suerte de ejemplo a imitar por el resto de los comunes mortales, los seguidores de estas figuras, entre ellos.

El mundo, hoy, es muy extraño.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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