¿Quién manda en México?
El poder político trabaja siempre para ciertos grupos de la población en detrimento de otros. Ahí tenemos a Donald Trump, para mayores señas, quien pretende restaurar la grandeza de “América” (no terminamos de enterarnos, los comunes mortales, de cuándo fue que la gran nación norteamericana perdió su supremacía pero, en fin, al hombre la ha servido tal especie para alimentar su mendaz demagogia) y lo que ocurre en realidad es que gobierna para los estadounidenses más ricos; Nicolás Maduro se planta como adalid de una tal “revolución bolivariana” que beneficiaría a las clases populares y lo único que ha hecho es empobrecer brutalmente a la gran mayoría de los venezolanos así que uno supondría que ejerce el mando por mero gusto, primeramente, y en segundo lugar para favorecer al reducido grupo de privilegiados que le ofrecen su incondicional lealtad; la derecha suele promover las causas de los conservadores y la izquierda, cuando es moderna como toca, impulsa los principios de los sectores más liberales de la sociedad.

En México, ¿cuáles son los grupos sociales más socorridos por las políticas gubernamentales? La pregunta es interesante en tanto que el discurso oficial se ha disfrazado durante sexenios enteros de promesas dirigidas precisamente a las clases sociales más desfavorecidas. Nadie ha jamás admitido públicamente que sus intereses son otros que el combate a la pobreza o la mejora de los salarios. A la hora de la hora resulta muy desconcertante, sin embargo, que los problemas no se resuelven y que, al mismo tiempo, la práctica mayoría de los mexicanos terminamos siendo perjudicados de una u otra forma. Miren ustedes lo que está ocurriendo ahora mismo: el bloqueo de las vías de ferrocarril en el puerto Lázaro Cárdenas está afectando gravísimamente a la industria nacional y al comercio (la economía de nuestro país está perdiendo mil millones de pesos cada día). Uno pensaría entonces que el actual Gobierno no privilegia ya a “los ricos y los poderosos”, como era de esperarse, pero que tampoco se preocupa demasiado por la suerte de los trabajadores de las plantas automotrices, de los ferrocarrileros, de los mineros o de los agricultores. ¿Quién manda aquí, entonces?

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