Sigue el Brexit
Como se esperaba, la negociación de Theresa May con la UE fue rechazada por el parlamento Británico. La sorpresa fue el margen con que eso ocurrió: 432 votos en contra, frente a 202 a favor, una diferencia de 230 votos que no se había visto desde 1924, dicen los registros, cuando el primer ministro de entonces, Ramsay MacDonald, gobernante de minoría, consiguió perder una votación por 166 votos.

La respuesta inmediata fue la llamada a un voto de censura (no confianza), que ocurrió ayer miércoles, y fue derrotado. Esto permite a la señora May continuar como primera ministra, pero nada más que eso. La Unión Europea ya no quiere negociar nada, como lo anunciaron desde el mismo martes. Es poco probable que unos pequeños ajustes provoquen que esa inmensa mayoría en contra cambie de opinión.

Quienes consideran que el Brexit ha sido una mala idea desde el principio, se emocionaron con el rechazo a la propuesta de May, esperando que esto llevase a la obvia decisión de llamar a otro referéndum, y con ello borrar este negro episodio. Sin embargo, eso está lejos de ocurrir.

Por un lado, está el problema de que si hay un referéndum a favor, y otro en contra, por qué hacerle caso a uno y no al otro. Por otra parte, aunque las encuestas en este momento indiquen que hay cierta tendencia a favor de permanecer en la UE, no hay garantía alguna de que eso ocurra. Esta columna insiste en el mar de fondo: el miedo de la población frente a una situación que no entiende, que la lleva a buscar salvadores, más que decisiones. Finalmente hay un detalle de procedimiento: habría que retirar el artículo 50, es decir, el aviso que ya dio Reino Unido de su deseo de separarse de la UE. Ignoro si eso lleve consigo algún tipo de castigo, pero seguramente no es nada simple. Si lo fuese, cualquier país podría estar jugando a salir para conseguir mejores condiciones.

Todo esto que comentamos tiene, además, un calendario fatal. Hasta ahora, la fecha de salida de Reino Unido sería el 29 de marzo. No es que haya tiempo de sobra para hacer referéndum o para buscar alternativas. Sin embargo, la UE tampoco quiere un Brexit duro, es decir, no negociado, de forma que desde ayer empezaron a hablar de posponer el tema a 2020.

Ya veremos qué ocurre, pero parece que el tema del Brexit seguirá con nosotros por un buen tiempo, ahí pudriéndose. Ninguna de las autoridades, ni en Reino Unido ni en la Unión Europea, quieren que ocurra, pero no encuentran cómo evitarlo. Es decir, la pésima idea de llevar a cabo un referéndum acerca de un tema tan relevante, en un entorno de miedo, tendrá efectos por muchos años. Se puede evitar el hundimiento de Inglaterra (porque ni Escocia ni Irlanda quieren seguir a ese país), pero a costa de prolongar la incertidumbre.

Aunque el peor desenlace se evita, el deterioro del entorno continúa. Por lo mismo, no se genera confianza, de manera que las discusiones seguirán ocurriendo alrededor de las ideas que más se acerquen a los sentimientos de la población, y no a la “realidad”, lo que sea que esta sea. En términos más comunes: tenemos garantizado un año más de postverdad y fake news, polarización, y olas de preocupación. Si le sumamos a esto la pésima situación política de España e Italia, las dificultades de Macron en Francia, y el relevo de Merkel en Alemania, queda claro que Europa no será fuente de racionalidad por un rato. De Trump tampoco tenemos nada que esperar. Ánimo.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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