Vaya semana
Esta semana parece que será realmente importante. Por un lado, el presidente Trump está en serias dificultades; por otro, se votará en Reino Unido la aceptación, o no, del plan Brexit. Nosotros, además, entramos en la tercera semana de dificultades con la gasolina.

Donald Trump decidió doblar su apuesta cuando perdió la elección intermedia. Cuando controlaba el Congreso, no logró apoyo para su plan de construir un muro en la frontera con México. Ahora que los Demócratas tienen la Cámara de Representantes, se le ocurrió que podía obligarlos a hacer lo que sus partidarios no hicieron. Amenazó con cerrar el gobierno si no le daban dinero, y no se lo dieron. El viernes se cumplieron 21 días de cierre del gobierno en Estados Unidos, rompiendo récord. Una gran cantidad de servidores públicos dejaron de recibir sus pagos el viernes, y varios servicios dejaron de ofrecerse.

Por otra parte, ese mismo día se hizo público que el presidente de Estados Unidos está siendo investigado por sus relaciones con Rusia, al menos desde mediados de los años ochenta. Como ya esta columna lo ha comentado desde hace tiempo, su relación con el lavado de dinero de oligarcas rusos es lo que explica su negativa a entregar sus registros de pago de impuestos. El sábado, el Washington Post reportaba que no hay registro tampoco de las cinco reuniones que ha tenido con Putin ya siendo presidente.

Entre el cierre del gobierno y las nuevas acusaciones, Trump entra a una semana turbulenta, que ya puede tener impacto en el funcionamiento de la economía estadounidense.

En Gran Bretaña, mañana martes se tendrá que decidir si se acepta o no la propuesta de Brexit que ha planteado la Unión Europea, en donde ya se cansaron de platicar sin tener fechas y definiciones. Si esa propuesta no se acepta, el Brexit será obligado y sin anestesia. Hay todo tipo de estimaciones de los costos que tendría este camino. La volatilidad que eso causará sin duda tendrá efectos sobre la economía global.

Finalmente, estamos nosotros, que no estamos en el mejor momento. Como comentamos hace tiempo, el inicio de la actual administración debe fecharse en septiembre, cuando tomaron control absoluto del Congreso. A partir de entonces, la economía empezó a detenerse. Sin duda, esto es resultado de la tendencia previa, pero también de las expectativas, que se deterioraron con rapidez. El índice de actividad industrial reportó estancamiento en octubre, y caída en noviembre. En buena medida, porque la producción minera (es decir, petrolera) se seguía hundiendo (-5.5 y -7.8% en esos meses). El dato de empleo en diciembre fue muy malo.

Pero el inicio de este año trajo consigo la escasez de gasolina. El gobierno federal insiste en que se trata de una estrategia contra el robo de combustible, pero no tenemos idea de cuál sea esa estrategia. La información (parcial) que tenemos es que hubo importaciones de gasolina en diciembre por una cantidad similar a noviembre, aunque la demanda fue mayor (en 3%). Pero la producción nacional sí se redujo, y no está claro si eso está asociado a una menor importación de crudo ligero, necesario para las refinerías que están en funcionamiento. Ahí la caída fue de 5%.

Aunque eso podría explicar parte del desabasto, no cabe duda que este se asocia fundamentalmente al cierre de ductos, que ahora obstaculizan la importación de la gasolina. Reitero, no tenemos idea de cómo esta medida puede ayudar o no a la reducción del robo.

En cualquier caso, con una economía debilitándose, el tema del desabasto, y la semana que viene, hay razones para estar atento y preocupado.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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