Venezuela y México
El miércoles 23, una gran cantidad de venezolanos respondió a la convocatoria para una manifestación exigiendo el desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente, y el reconocimiento del presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, como encargado del Poder Ejecutivo.

La magnitud del evento, en el que por primera vez parece existir una oposición unificada alrededor de una sola persona, convenció a muchos países de que ha llegado el momento de presionar a Maduro y su camarilla para que dejen el poder. De inmediato, Paraguay reconoció a Guaidó, y le siguieron buena parte de los países del continente, incluyendo a EU y Canadá. Desde Europa, varios países siguieron ese mismo camino, aunque la UE prefirió no manifestarse por ninguna de las dos opciones, sino convocar a la búsqueda de una negociación para lograr un acuerdo en Venezuela. Acuerdo que, sin duda, incluye la salida de Maduro.

Una desafortunada declaración inicial de México hacía pensar que seríamos uno de los pocos países en respaldar a Nicolás Maduro, en la compañía de Rusia, China, Turquía, Cuba, Nicaragua y Bolivia, todos ellos países autoritarios, con la posible salvedad del último. Posible, si Evo Morales no se reelige una vez más. Sin embargo, para la noche del miércoles, y sobre todo el jueves, la Cancillería fue mucho más clara. Junto con Uruguay, apoyan la propuesta de la Unión Europea.

Parece que estamos cerca del final de la pesadilla venezolana. Pero todavía falta. Precisamente por eso, la posición de México, Uruguay y la UE es correcta. Lo es, en parte, porque existe un reconocimiento muy amplio a Guaidó en el resto del continente, y eso permite que la oferta de negociar tenga sentido. Dicho de otra forma, mientras una abrumadora mayoría exige la salida de Maduro, México, Uruguay y la UE ofrecen enseñarle el camino.

Esto es muy importante porque las fuerzas armadas en Venezuela siguen leales a Maduro (al menos hasta el momento en que escribo, no hay garantía de que aguanten mucho ni se mantengan unidas). No debemos olvidar que varios jefes militares venezolanos están siendo investigados por narcotráfico y hay incluso procesos iniciados en su contra en EU. Además, hay todavía restos del sistema clientelar creado por Chávez, que quisiera seguir recibiendo limosnas gubernamentales.

Pero lo más relevante, me parece, es la posición de los países que defienden a Maduro. Cuba, que ha vivido de Venezuela por más de una década, y que tendría una severa crisis sin esos recursos; Nicaragua, donde la dictadura de Ortega compite con la de Somoza; Bolivia, porque si cae Maduro, Evo se despide de su reelección eterna.

En breve: Maduro se sostiene en un sistema clientelar, ya en franca bancarrota; en un ejército plagado de corrupción, y en una red internacional de complicidad. Cuando no tenía enfrente oposición, porque ésta se mantenía dispersa, le alcanzaba sin problema. Ahora, quitarlo significa eliminar esos tres elementos que lo sostienen.

Finalmente, creo que hay que destacar que la posición dudosa de México en las primeras horas puede deberse a la presencia de destacados dirigentes de Morena que han declarado en muchas ocasiones su admiración por el Socialismo Bolivariano del siglo XXI. Tal vez eso llevó a un primer posicionamiento a favor de Maduro, que después se convirtió en un ofrecimiento de buenos oficios. Como ya decíamos, esta segunda ruta no sólo es factible, sino inteligente. Entendería que Marcelo Ebrard es quien la defiende.

El momento de cambio en Venezuela es entonces también momento de definiciones en México. Dos de los grupos que rodean al Presidente disputarán su atención y decisiones. Hay que estar atentos a lo que pasa en Venezuela, pero también a lo que en México se decide al respecto. Importa mucho, más de lo que parecería.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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