Exitoso neoliberalismo… en Chile
Los neoliberales, en su versión más temible —que tendría su equivalente en los más trasnochados de los izquierdosos (sabemos que los extremos se tocan)—, cuestionan no sólo las políticas sociales sino casi la propia existencia del Gobierno. El aparato oficial, según ellos, debiera limitarse a desempeñar las funciones más absolutamente esenciales y sanseacabó: la seguridad pública, las guerras contra las potencias extranjeras y poco más. Todo lo otro —la salud pública, el transporte, la infraestructura y la educación, entre las distintas atribuciones que corresponden habitualmente a la Administración— tendría que estar en manos de la iniciativa privada.

Esta visión de las cosas, teñida de egoísmo e insensibilidad, se opone directamente al paradigma del Gobierno interventor que mete sus narices hasta en los más recónditos rincones de lo público, o sea, el modelo promovido por los estatistas. Ese tal “ogro filantrópico”, en palabras de Octavio Paz, termina siendo terriblemente pernicioso porque se sustenta siempre en el poder ejercido por un mandamás cuya primera preocupación no es la libertad sino el control.

Entre un arquetipo y el otro, surgen preguntas obligadas sobre lo que debiera hacer un Gobierno. En este caso, sin embargo, no las dirigiremos a los liberales más fanáticos sino a quienes propalan políticas populistas: los Gobiernos, ¿deben fijar los precios de los productos de primera necesidad independientemente de los mecanismos del mercado? ¿Incautar los bienes de los sectores más pudientes de la sociedad para distribuirlos entre las clases desfavorecidas? ¿Cerrar las fronteras para favorecer a los productores locales? ¿Distribuir masivamente ayudas y subvenciones con cargo al erario? ¿Expropiar empresas para que pasen a ser propiedad del pueblo? ¿Subsidiar los combustibles y la electricidad para que cuesten menos a los consumidores del sector popular?

Pues bien, a quienes contesten afirmativamente debemos de decirles que no hay un caso, uno solo, de un Estado que haya implementado estas medidas sin llevar a toda la población a la pobreza. Chile sería, por el contrario, el ejemplo latinoamericano del neoliberalismo exitoso. ¿Con qué nos quedamos?

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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