¿Gobernar es “reprimir”? Ah…
Y sí, en efecto, uno de los significados de “reprimir” que ofrece el diccionario de la Real Academia Española —tal como lo puntualiza mi muy querido Diego Fernández de Cevallos en su artículo de ayer en estas paginas— es “contener, refrenar, templar o moderar”. No es, sin embargo, la acepción que gusta a quienes promueven la blandenguería del Estado cada vez que se plantea a nuestras autoridades la exigencia de mantener el orden público. Ellos, por el contrario, agitan el espantajo de la mentada represión como ese “acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales” (las letras cursivas las puse yo, amables lectores) con el que se calificaría cualquier actuación de la fuerza pública, así de legítima, justificada y necesarísima como pudiere ser para salvaguardar los intereses generales de la sociedad.

Podríamos desterrar el término, es cierto, pero eso no ocurrirá mientras se siga utilizando de manera interesada, arbitraria y abusiva para estigmatizar el ejercicio legal de la fuerza pública. Lo último que tú pensarías, cuando un grupo minoritario de agitadores bloquea las vías del ferrocarril provocando colosales pérdidas económicas al resto de los ciudadanos, es que la intervención de las autoridades para desalojarlos —sin violencias innecesarias ni brutalidades de ningún tipo— fuere, justamente, un acto de “represión”. Pues, miren ustedes, eso es lo que nos dicen… ¡desde el poder!

Si fuéramos de parecida estirpe, nosotros traduciríamos también la sentencia de “no vamos a reprimir” y la trasmutaríamos en “no vamos a gobernar”. Pero, las palabras, después de todo, nos inspiran todavía un mínimo respeto y esto no es siquiera un tema de semántica, porque los significados siguen estando muy claros para todos los que hablamos esta hermosa lengua, sino de sustituir mañosamente una cosa por otra.

En países declaradamente democráticos como Francia, Dinamarca, Nueva Zelanda o Corea del Sur, las actuaciones de la fuerza pública son totalmente aceptables y aceptadas, nunca se asimilan a ninguna forma de autoritarismo y no merecen ni por asomo el calificativo de “represión”. Pero, en fin, estamos en México…

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Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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