Hablando de béisbol, un deporte que parecía ir a la baja en este país (y esto, a pesar de la opinión de un lector que me escribió, la pasada vez que me ocupé del tema, para decirme que era el espectáculo deportivo más popular en México y que yo no estaba enterado de las cosas), vemos que la política se vuelve a mezclar en el asunto.
Ya habíamos vivido, los aficionados a las diferentes disciplinas, la retirada de los Estados Unidos de los Juegos Olímpicos celebrados en Moscú en 1980. Imaginen ustedes las catastróficas consecuencias de que no participara la primerísima potencia del mundo en la gran justa. Pero fue además un boicot al que se unieron 57 países más, entre ellos Alemania (la República Federal, la del Este, es decir, la República Democrática, país que en aquel entonces era un satélite de la Unión Soviética, sí participó), Canadá y Japón. Eso ocurrió porque la antigua Unión Soviética invadió Afganistán. O sea, que hay veces en que hacerle la guerra a Afganistán está bien y otras en la que está mal. En todo caso, fueron las Olimpiadas más deslucidas que pudieren imaginarse.
Cuatro años después ocurrió lo mismo, a manera de gran venganza: la Unión Soviética anunció en mayo de 1984 que no asistiría a los Juegos Olímpicos que iban a tener lugar en Los Ángeles y a la cancelación se sumaron, como era de esperarse, Bulgaria, la antedicha Alemania Oriental, Vietnam, Mongolia, Checoslovaquia, Cuba (desde luego, los soviéticos prácticamente mantenían a flote la muy maltrecha economía colectivista de la isla) y otros países hasta totalizar 15 naciones.
Pues ahora se cancela la Serie del Caribe que debía celebrarse en Barquisimeto, Venezuela. Se pretexta, justamente, la crisis política que atraviesa el país sudamericano, aunque bien podría aducirse una razón suprema, a saber, las condiciones de miseria impuestas a un pueblo por un Gobierno tan inepto como corrupto y maligno: los niños se desvanecen en los salones de clases porque no comieron en sus casas y la gente muere simplemente por la falta de los medicamentos más esenciales, entre otros horrores. ¿Se celebra una fiesta deportiva en medio de una pesadilla así? No. Con eso bastaba para cancelarla.
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Ya habíamos vivido, los aficionados a las diferentes disciplinas, la retirada de los Estados Unidos de los Juegos Olímpicos celebrados en Moscú en 1980. Imaginen ustedes las catastróficas consecuencias de que no participara la primerísima potencia del mundo en la gran justa. Pero fue además un boicot al que se unieron 57 países más, entre ellos Alemania (la República Federal, la del Este, es decir, la República Democrática, país que en aquel entonces era un satélite de la Unión Soviética, sí participó), Canadá y Japón. Eso ocurrió porque la antigua Unión Soviética invadió Afganistán. O sea, que hay veces en que hacerle la guerra a Afganistán está bien y otras en la que está mal. En todo caso, fueron las Olimpiadas más deslucidas que pudieren imaginarse.
Cuatro años después ocurrió lo mismo, a manera de gran venganza: la Unión Soviética anunció en mayo de 1984 que no asistiría a los Juegos Olímpicos que iban a tener lugar en Los Ángeles y a la cancelación se sumaron, como era de esperarse, Bulgaria, la antedicha Alemania Oriental, Vietnam, Mongolia, Checoslovaquia, Cuba (desde luego, los soviéticos prácticamente mantenían a flote la muy maltrecha economía colectivista de la isla) y otros países hasta totalizar 15 naciones.
Pues ahora se cancela la Serie del Caribe que debía celebrarse en Barquisimeto, Venezuela. Se pretexta, justamente, la crisis política que atraviesa el país sudamericano, aunque bien podría aducirse una razón suprema, a saber, las condiciones de miseria impuestas a un pueblo por un Gobierno tan inepto como corrupto y maligno: los niños se desvanecen en los salones de clases porque no comieron en sus casas y la gente muere simplemente por la falta de los medicamentos más esenciales, entre otros horrores. ¿Se celebra una fiesta deportiva en medio de una pesadilla así? No. Con eso bastaba para cancelarla.
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