El mercado laboral en México puede ser tan amplio como tener un empleo sin recibir salario. Más de 3.2 millones de trabajadores están en esa condición, de acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

La mitad de ellos vive en el campo, haciendo trabajo agrícola. El resto puede ser comerciante, artesano, conductor, o despachadora en una gasolinera de la Ciudad de México, tener tres hijos y no ganar un sueldo por lo que hace.

Hace casi un año, Carmen pasó por una gasolinera y vio un anuncio: “Se solicitan despachadores”. Se acercó a pedir informes y le explicaron. “Al menos no me engañaron, desde el inicio me dijeron que no había sueldo, que nada más con las propinas”. Las cuales en temporada de vacaciones, en el mejor de los casos, son de 250 pesos al día.

Un trabajo sin salario fue la mejor opción para esta joven de 23 años. Probablemente lo sea más para sus empleadores. “Es que sólo vengo cuatro horas, me da tiempo de llevar a mi hijo mayor a la primaria y recoger al otro del kínder”, cuenta. Su mamá cuida al más pequeño.

Desconocimiento de los derechos laborales, falta de inspección del trabajo y abuso de muchas empresas dan como resultado estos millones sin sueldo, opina Carlos Reynoso Castillo, catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Para Juan Pablo Rojas Pérez, presidente de la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de México (CNPAMM), se debe más bien a una política económica neoliberal. “Los gobiernos anteriores y el actual no han entendido ni atendido a los trabajadores agrícolas”, reprocha en entrevista.

Una gran reforma laboral debería ser la “que tenga en la mira a estas personas. A quienes salario, sindicato, aguinaldo, vacaciones, no les dice nada porque no lo han vivido. No saben qué es y no se ve cómo podrán tenerlo”, señala Reynoso Castillo, exabogado general de la UAM.

La trampa de los trabajos sin salario


Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, al cierre del primer semestre del año, 6% de la población que trabaja no recibe un sueldo. El porcentaje podría parecer mínimo, pero se trata de más de 3.2 millones personas.

La mayoría de ellos trabaja en el campo, le siguen quienes se dedican a actividades industriales o son artesanos. En tercer lugar se ubican los empleados de servicios personales. Pero además hay oficinistas y empleados de la educación.

El 58% de esas personas sin salario son hombres y 42% son mujeres. La vida se les va en trabajar, la mayoría labora seis días a la semana. Carmen, por ejemplo. El horario que tiene es de 1 a 5 de la tarde, pero varios días dobla turno para completar su gasto.

Los días de vacaciones logra sacar un promedio de 500 pesos por dos turnos al día. Pasado ese periodo, las propinas pueden llegar hasta 1,000 pesos en un día, siempre y cuando haga doble jornada. “A veces no es tan necesario el salario”, dice mientras se aleja porque acaba de llegar un cliente en una Chevrolet Blazer blanca.

Limpia el parabrisas de la camioneta de lujo y luego revisa el aire de los neumáticos. El hombre saca la mano desde dentro del auto y le paga. Carmen regresa. ¿Cuánto te dio de propina?, le pregunto. “Nada”, dice riendo y después vuelve a donde se quedó: “Aquí, como sea, gano algo. Si me voy a otro trabajo con sueldo no podré ver a mis hijos”.




El universo de los no asalariados


En la Ciudad de México hay un grupo de trabajadores sin sueldo ni patrón, a quienes el gobierno local les expide licencias para laborar. Sus actividades se rigen bajo el Reglamento para los Trabajadores no Asalariados del Distrito Federal.

Lo conforman boleros, vendedores de revistas, organilleros, músicos de Garibaldi, cafeteros ambulantes, artesanos y trovadores. A algunos de ellos el Inegi los contempla como trabajador sin sueldo en el sector de comercio.

Ellos no laboran para una figura patronal. Pero son trabajadores sin sueldo, explica Tania Espinosa, coordinadora para la Ciudad de México de Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por sus siglas en inglés).

En el caso de Carmen, precisa, o de las personas que empacan los productos en tiendas de autoservicio, existe una empresa que hace uso de sus servicios. “Simplemente es que esa compañía no quiere reconocer la relación laboral. Como sea, a ninguno se le garantiza sus derechos como trabajadores”.

La reforma laboral, aunque de gran importancia, sólo se ocupa de quienes tienen un patrón reconocido o que están en un sindicato, apunta el jurista Carlos Reynoso. “Es decir, de quienes pueden reclamar derechos”, afirma.

Los trabajadores como Carmen, aportan un servicio que le genera un bien a los consumidores y a la empresa donde trabaja. Ella obtiene una ganancia, pero que no será sujetas de impuestos que paguen su seguridad social y otro tipo de gastos del gobierno en beneficio de la sociedad, detalla.

Campesinos, los más olvidados


Los trabajadores agrícolas en las zonas rurales del país no reciben un sueldo, “pero evitan muchos problemas sociales, como la falta de alimentación”, sostiene Juan Pablo Rojas, líder de los productores campesinos de maíz. “Lo que siembran y cosechan es principalmente para autoconsumo”, afirma.

Trabajan jornadas no menores de 10 horas, afirma. “Comienzan desde las 4 o 5 de la mañana hasta que oscurece”. El excedente que obtienen lo comercian: maíz, quelites, frutas, queso, huevo o las propias gallinas o pollos.

“Ellos nunca se van a jubilar ni pensionar. Van a morir en el surco”, advierte. “Son los más olvidados de los olvidados”.

Vía: El Economista.


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